Soledad Quereilhac dormía Cuando la ciencia despertaba fantasías [Siglo Veintiuno Editores, 2016]

Despertó y descubrió que había mutado en dinosaurio. O en dinosauria. En efecto, quiero decirles que en ella habían transmigrado –no podía ser menos- dos magníficas hermeneutas: Ana María Barrenechea y Emma Susana Speratti Piñero, quienes antaño dieron al mundo, y en México, un papelillo de nombre La literatura fantástica argentina. Breve y bello papelillo que desandaba el fantástico de Cortázar, Borges, Macedonio, Quiroga y Lugones, a caballo entre el esoterismo y la ciencia.

Era el año del señor de 1957 y fue colocada alta la vara.

Pero como el tiempo es un enano tirano al que no le importa nada, medio siglo después, viene la Sole y se despacha una docta tesis como si no existiera ni el verbo ´pasar´, ni la frase adverbial, ni el puente, ni el agua. En el aire y contra nadie, escribe eso sobre ´prensa, literatura y ocultismo en la argentina de entresiglos´ que le da su grave y encumbrado título. Doctora, mil perdones, pero me apura el interrogante desde el fondo del alma a la que algún trasnochado querrá tildar de cipaya: WTF?

No sos vos, Sole; soy yo, un ser infausto… Bueno, igual también un poco es tu marco teórico, y otro poco los eminentes jurados que de ´fantástico / ciencia ficción´ tanto no manyan. Y así, ocurre que, avanzadas unas cuantas páginas, cuando vas al carozo de la cosa que quema, y te plantás en el capitulito “El origen de una forma”, lo enumerado se entremezcla y nos batís sin más en la cabeza: “…prefiero el nombre de ´fantasías científicas´ [la nueva forma literaria] antes que el de ´ciencia ficción´, no sólo debido a la inestabilidad inherente de esta categoría, sino sobre todo para permanecer dentro de las coordenadas propias del siglo XIX y los primeros años del siglo XX.” (p. 173)

¡Oh, no, Sole! ¡No digas eso, que me hieres! ¡Por favor! No, Sole, que me laceras. No existe tal ´inestabilidad inherente´. Eso sí, existe la ignorancia supina, y el escamoteo u ocultación de específica bibliografía. ¿Cómo es que ciencia ficción no y no y no en el siglo XIX? ¿Cómo es que el respetado y ya superado Capanna es tu fuente de vida? ¿Cómo es que mis ojos leen incrédulos Todorov y literatura fantástica? ¿Cómo es que eso donde vos estás es una universidad; y eso que borroneás, una tesis; y esos que te avalan, conjurados; y eso a lo que accedés, un doctorado, all inclusive, todo pago? ¡Me sostengan!

WTF???

A dicha ´inestabilidad inherente´, en el año 2006, Luis C. Cano la había llamado Intermitente recurrencia, tal y como según él, es la oscilante relación entre ciencia ficción y canon literario hispanoamericano. Claro que Cano escribe allá en el norte, claro que nadie está obligado, ni puede leer todo lo que sobre el tópico de su interés se ha publicado… pero, cómo decírtelo sin ahora herirte yo… el librito ese de Cano, Sole, lo editó Corregidor, la de Buenos Aires nomás, sin esa amazoniana distancia editorial que uno bien podría aceptar como justificación singular…

Sí. Todo eso que te cuento sucedía mientras vos dormitabas, digo, meditabas tu tesis doctoral. Y es más, hay más, Sole: el tal Luis se la juega, cachate ésta, ¡e incluye escritoras! Por si no me crees, la lista: Gorriti (una), Holmberg, Quiroga, Lugones, Palma, Borges, Bioy, Gorodischer (dos), Puig. ¡Fuá! ¡Y Gorriti candidata para tu recorte temporal, según el cual, excepto por la ´novedad´ de Chiappori, repite y repite lo dicho mil veces sobre Quiroga, Holmberg, Lugones!

Mirá si lo leías a Cano…

Y sí, claro que en 2006 Cano reconoce la dificultad y hasta se ataja: “La integración de las expresiones CF e Hispanoamérica en una misma frase parece, en principio, una contradicción irreconciliable. Esta percepción es consecuencia de las problemáticas relaciones que esta parte del continente americano ha experimentado con los fenómenos de la modernidad, el modernismo y la modernización.” (p. 11) O sea, los saberes alternativos (ocultistas, teosóficos, etc.) están enmarcados en esa distancia, desconfianza, inconstancia del proceso modernizador hispanoamericano; de allí lo cáustico de la ciencia ficción vernácula que mezcló heterodoxia y canon mucho antes de que los anglosajones descubrieran ese afeite… ¡Y vos, Sole, nos venís a hablar de fantástico o de una modulación próxima que sería la fantasía científica! ¡Oh, mundo ingrato! ¡Oh, aciago destino! ¡Oh, esperpéntico siglo XXI! ¡Oh, género vilipendiado! ¡Oh, numen ateo y materialista de Darko Suvin, ruega por todos nosotros y por los desprevenidos lectores!

En fin, como les contaba –calma, por favor, calma- la Sole Quereilhac despertó y había mutado en dinosauria, o en plesiosauria, para ser exacto. Ella no lo sabía, ni lo supo y lo sabrá si alguna vez lee esto (más pócima que reseña). Si así sucede, por el azar inducido del quehacer literario, acaso tome nota de que, más allá de las infinitas divergencias, con una larga década de incontestable distancia, ambos –vos y el señor Cano- abrieron sus respectivos libros articulando una anécdota de extraña ciencia que aparece en la prensa, en los diarios, y que más tarde rebota diversa en la literatura genérica.

Así, para ir cerrando, ilustrame, Sole: esa inherente recurrencia que la providencia me permitió ver primero en Cano y luego en vos, ¿es estudiada ignorancia o fruto de la ocultación y del plagio?

Parece cosa de mandinga, por eso si está usted, lector, de acuerdo, regáleme su ´like´ y digite ´amén´ (o ´axel´, en su cruel defecto).

 

Publicado por Roberto Lépori

1976 / observador temporal ciencia ficción hermética /

2 comentarios sobre “Soledad Quereilhac dormía Cuando la ciencia despertaba fantasías [Siglo Veintiuno Editores, 2016]

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: