Sobre Hernaiz, Quereilhac y un primitivo amor por las polémicas académicas

Si la literatura no existiera esta sociedad no se molestaría en inventarla. Se inventarían las cátedras de literatura y las páginas de crítica de los periódicos y las editoriales y los cocktails literarios y las revistas de cultura y las becas de investigación pero no la práctica arcaica, precaria, antieconómica que sostiene la estructura.

Ricardo Piglia, Prisión perpetua [1988]

El monumental Giordano Bruno y la tradición hermética [1964], de la profesora Frances A. Yates, contiene dos escenas que me impresionan. La primera sucede avanzado el siglo XV cuando le proponen a Marsilio Ficino traducir completo a Platón, y opta por la obra de Hermes Trimegisto a quien considera el padre de toda sabiduría. “Se trata de una extraordinaria situación”, dice Yates. La segunda –acaso menos conocida- es la polémica de Bruno con los ´pedantes doctores de Oxford´. Giordano viaja de Francia a Inglaterra repleto de cartas de recomendación nacidas de infinitas lamidas, como se estilaba en esos tiempos. Invitan al mago y juglar a hablar frente a profesores universitarios a quienes les convida una argamasa copernicana, el sol en el centro, mezclada con ideas astrológicas del hermético Ficino, hasta hartarlos y lograr que lo callen acusándolo de plagio y de herejías varias. “¡Qué maravillosa escena!”, festeja Yates. Bruno se queja de los gramáticos que ocupan cátedras escribiendo con corrección sin poder hilvanar ni un par de ideas.

Dos escenas sueltas, dos representaciones azarosas y un corolario previsible.

El tiempo es inclemente con los nombres que pretenden encarnar un epistemológico ´no-se-diga-más´.

La universidad está habitada, en su mayor parte, por parásitos.

Giordano acabó sus días, en el exacto mil seiscientos, ardiendo como una antorcha.

Institución, norma y castigo son una única cosa incluso –o sobre todo- si se discute el conocimiento que fermenta en algunos tugurios. Y decir conocimiento es decir mucho.

Desde hace un par de años uno de mis pasatiempos favoritos es compilar dislates dados a la imprenta por los actuales gramáticos pedantes. Tarea ingrata que azuza la brizna en el ajeno y niega la floresta en el propio -aunque es probable que el fruto de mi aburrimiento tenga algún asidero.

La cuestión –intuyo- son los demasiados privilegios otorgados por una institución que tal como funciona hoy, me refiero a las humanidades en particular, podría pasar a cuarteles de invierno sin que nada de la vida social se desbarajuste, excepto los cuadros depresivos de sus adictos adeptos y la extrema relativización del entramado endógeno de autopromoción que infecta este mundo con especialistas y doctores balbuceantes.

Ni las variaciones circenses de gran parte de los sesudos profesores ni la ficción de esas intervenciones de una u otra manera desmontada impiden a esa iglesia laica -la Universidad- hacer gala de un férreo y centenario blindaje ante el paraíso de los creyentes.

El siglo XXI y su fervor por las nuevas tecnologías lamentan el rol de la academia tradicional. Por ahora, la maquinación ´universidad libre y abierta´ permanece en los teclados de ciber-fanáticos que poco pueden hacer con sus trances mesiánicos y salvíficos.

En la vereda de enfrente, los anarcoprimitivistas vociferan sin ningún efecto que si algo hoy amenaza a los humanos, eso fue con certeza desarrollado -desde la revolución industrial para acá- en los antros universitarios, al servicio de la ley y del orden.

Esa huella primitiva, bordada sobre la neurosis que brota en las dendritas de todo candidato a disidente, es la que sigo –la monacal huella del Freedom Club.

Meses atrás me entretuve con el Seba Hernaiz y su premiado ensayo sobre Rodolfo Walsh cuya arquitectura es síntoma de la timba académica: manipular ´fuentes´ para decir lo que la ola del momento sugiere, dicta, impone. Veo en él a un escriba a sueldo.

Más acá en el tiempo, me aboqué a una lengüi-suelta reseña sobre un libro de Soledad Quereilhac que, según considero, no resiste el menor análisis: dice lo que se dice desde hace décadas. Entre los argumentos que dispongo, sin repetir los vomitados, asoman la tesis doctoral de 2009 de la investigadora española Lola López Martín, contemporánea y gemela de la de Soledad dedicada a la literatura fantástica y una reseña, financiada por la propia editorial que la cobijó, y que párrafo tras párrafo deja en claro que su autor ignora sin más de lo que habla.

¿A aquellos aprontes clonados destinan el dinero las instituciones estatales?

A la copia de lo que no existe, Platón la llamó ´simulacro´.

¿Esa es la estrategia de la empresa editorial para darle lustre a su fallido producto?

En el largo camino desde el proyecto de investigación, pasando por la reescritura hasta llegar al formato libro, ¿ninguna voz se alzó diciendo ´no´?

La represalia por la ingenua osadía apareció días después de publicada mi reseña con ´tono irresponsable´, en términos del escéptico editor.

Un e-mail nocturno trajo la mala nueva cancelando una invitación a escribir gratis para una revista académica que, por supuesto, nadie lee.

La justificación de la censora de turno no fue la crítica al presunto academicismo de Soledad, sino mi mencionado ´mal tono´. Dos o tres puteadas bastaron. Todos sabemos que, como en los tiempos arcaicos, quien no lame, llora.

Les confieso mi intenso dolor, aunque nada como la felicidad que me da confirmar que en el universo de los parásitos la polémica está, desde y para siempre, erradicada.

Bruno creía en infinitos mundos y acaso por eso se dejó quemar manso y convencido de su misión profética. Si no era en éste, tal vez tuviera suerte en algún otro.

No puedo ni pretendo darme ese lujo.

Estudio revela que la mayoría de la gente es o sumamente pelotuda o está ocupada en otras cosas.

En un reciente estudio llevado a cabo por una Universidad dedicada a la realización de estudios varios se pudo probar que la mayor parte de la población tiene ideas sumamente cuestionables en todo sentido.

El científico Matías Racing Bermunch comenta que la mayor parte de los estudios realizados y publicados sirven para fines mercantiles. A veces están vinculados a una tendencia determinada, otras a un número que determina el departamento de marketing de la Universidad. Agrega que un estudio serio jamás podría ser correctamente interpretado y difundido por un medio de comunicación masivo. La mayoría de la gente es o sumamente pelotuda o está ocupada en otras cosas como para formarse debidamente, por lo que podemos tirar cualquier forrada que más o menos puede tener algún que otro vínculo con la realidad y va a ser compartido por alguien que se siente identificado en algún sentido. 

Indignados por el lenguaje soez del científico decidimos elevar la consulta al director del proyecto. Le adjuntamos lo comentado por el científico a lo que comentó: Tiene razón. Mirá hace diez años este tipo de declaraciones no se publicaban pero según numerosos estudios de todas partes del mundo la gente está llena de mierda en la cabeza, si puteando a morir le podés hacer llegar que cada campo académico está plagado de especializaciones y no podés ser tan pelotudo de creerte cualquier boludez, me parece bien.

Luego de extensas reuniones en la redacción decidimos dedicarnos al estudio indeterminado de la mayoría de las cuestiones que aún no fueron definidas. Por ejemplo: En caso de que la especie humana mute en seres gelatinosos, ¿Nos dará asco ser nosotros mismos?

Soledad Quereilhac dormía Cuando la ciencia despertaba fantasías [Siglo Veintiuno Editores, 2016]

Despertó y descubrió que había mutado en dinosaurio. O en dinosauria. En efecto, quiero decirles que en ella habían transmigrado –no podía ser menos- dos magníficas hermeneutas: Ana María Barrenechea y Emma Susana Speratti Piñero, quienes antaño dieron al mundo, y en México, un papelillo de nombre La literatura fantástica argentina. Breve y bello papelillo que desandaba el fantástico de Cortázar, Borges, Macedonio, Quiroga y Lugones, a caballo entre el esoterismo y la ciencia.

Era el año del señor de 1957 y fue colocada alta la vara.

Pero como el tiempo es un enano tirano al que no le importa nada, medio siglo después, viene la Sole y se despacha una docta tesis como si no existiera ni el verbo ´pasar´, ni la frase adverbial, ni el puente, ni el agua. En el aire y contra nadie, escribe eso sobre ´prensa, literatura y ocultismo en la argentina de entresiglos´ que le da su grave y encumbrado título. Doctora, mil perdones, pero me apura el interrogante desde el fondo del alma a la que algún trasnochado querrá tildar de cipaya: WTF?

No sos vos, Sole; soy yo, un ser infausto… Bueno, igual también un poco es tu marco teórico, y otro poco los eminentes jurados que de ´fantástico / ciencia ficción´ tanto no manyan. Y así, ocurre que, avanzadas unas cuantas páginas, cuando vas al carozo de la cosa que quema, y te plantás en el capitulito “El origen de una forma”, lo enumerado se entremezcla y nos batís sin más en la cabeza: “…prefiero el nombre de ´fantasías científicas´ [la nueva forma literaria] antes que el de ´ciencia ficción´, no sólo debido a la inestabilidad inherente de esta categoría, sino sobre todo para permanecer dentro de las coordenadas propias del siglo XIX y los primeros años del siglo XX.” (p. 173)

¡Oh, no, Sole! ¡No digas eso, que me hieres! ¡Por favor! No, Sole, que me laceras. No existe tal ´inestabilidad inherente´. Eso sí, existe la ignorancia supina, y el escamoteo u ocultación de específica bibliografía. ¿Cómo es que ciencia ficción no y no y no en el siglo XIX? ¿Cómo es que el respetado y ya superado Capanna es tu fuente de vida? ¿Cómo es que mis ojos leen incrédulos Todorov y literatura fantástica? ¿Cómo es que eso donde vos estás es una universidad; y eso que borroneás, una tesis; y esos que te avalan, conjurados; y eso a lo que accedés, un doctorado, all inclusive, todo pago? ¡Me sostengan!

WTF???

A dicha ´inestabilidad inherente´, en el año 2006, Luis C. Cano la había llamado Intermitente recurrencia, tal y como según él, es la oscilante relación entre ciencia ficción y canon literario hispanoamericano. Claro que Cano escribe allá en el norte, claro que nadie está obligado, ni puede leer todo lo que sobre el tópico de su interés se ha publicado… pero, cómo decírtelo sin ahora herirte yo… el librito ese de Cano, Sole, lo editó Corregidor, la de Buenos Aires nomás, sin esa amazoniana distancia editorial que uno bien podría aceptar como justificación singular…

Sí. Todo eso que te cuento sucedía mientras vos dormitabas, digo, meditabas tu tesis doctoral. Y es más, hay más, Sole: el tal Luis se la juega, cachate ésta, ¡e incluye escritoras! Por si no me crees, la lista: Gorriti (una), Holmberg, Quiroga, Lugones, Palma, Borges, Bioy, Gorodischer (dos), Puig. ¡Fuá! ¡Y Gorriti candidata para tu recorte temporal, según el cual, excepto por la ´novedad´ de Chiappori, repite y repite lo dicho mil veces sobre Quiroga, Holmberg, Lugones!

Mirá si lo leías a Cano…

Y sí, claro que en 2006 Cano reconoce la dificultad y hasta se ataja: “La integración de las expresiones CF e Hispanoamérica en una misma frase parece, en principio, una contradicción irreconciliable. Esta percepción es consecuencia de las problemáticas relaciones que esta parte del continente americano ha experimentado con los fenómenos de la modernidad, el modernismo y la modernización.” (p. 11) O sea, los saberes alternativos (ocultistas, teosóficos, etc.) están enmarcados en esa distancia, desconfianza, inconstancia del proceso modernizador hispanoamericano; de allí lo cáustico de la ciencia ficción vernácula que mezcló heterodoxia y canon mucho antes de que los anglosajones descubrieran ese afeite… ¡Y vos, Sole, nos venís a hablar de fantástico o de una modulación próxima que sería la fantasía científica! ¡Oh, mundo ingrato! ¡Oh, aciago destino! ¡Oh, esperpéntico siglo XXI! ¡Oh, género vilipendiado! ¡Oh, numen ateo y materialista de Darko Suvin, ruega por todos nosotros y por los desprevenidos lectores!

En fin, como les contaba –calma, por favor, calma- la Sole Quereilhac despertó y había mutado en dinosauria, o en plesiosauria, para ser exacto. Ella no lo sabía, ni lo supo y lo sabrá si alguna vez lee esto (más pócima que reseña). Si así sucede, por el azar inducido del quehacer literario, acaso tome nota de que, más allá de las infinitas divergencias, con una larga década de incontestable distancia, ambos –vos y el señor Cano- abrieron sus respectivos libros articulando una anécdota de extraña ciencia que aparece en la prensa, en los diarios, y que más tarde rebota diversa en la literatura genérica.

Así, para ir cerrando, ilustrame, Sole: esa inherente recurrencia que la providencia me permitió ver primero en Cano y luego en vos, ¿es estudiada ignorancia o fruto de la ocultación y del plagio?

Parece cosa de mandinga, por eso si está usted, lector, de acuerdo, regáleme su ´like´ y digite ´amén´ (o ´axel´, en su cruel defecto).

 

Textos de autoayuda para desquiciados* (El texto)

En esta sección nos dedicaremos a estudiar y a establecer relaciones que no llevan a ningún lado ni sirven ningún propósito. Construiremos series azarosas de asociaciones que parecerían indicar que tenemos un saber específico, cuya adquisición por parte del lector le prometerá una y otra vez alcanzar la iluminación o algo por el estilo. Nuestra idea es redundar en ideas caprichosas para dar una impresión de que conocemos el sentido de la vida. Contaremos historias de gente real que tendrán moralejas y habrá buenos y malos y trataremos de no enriquecer en ningún sentido nada de lo que ustedes ya son porque todos ustedes son hermosos y no se merecen la vida que tienen sino mucho más. Muchísimo más. Intentaremos, sin embargo, abstenernos de dar consejos como:

 

Solo vivimos una vez, corran, bailen, rían, maten y violen. No repitan lo que escuchan por ahí, formen una opinión propia. Vivan la cárcel o lo que sea, a quién le importa.

 

En primera instancia intentaremos prometer una y otra vez que al leernos ustedes alcanzarán la felicidad y que haciendo lo que quieran también alcanzarán la felicidad. Esta certeza conformist nos mantendrá, saludablemente, lejos de cualquier elaboración. Los textos de esta sección no tendrán corrección ni relectura alguna. Desde ya, el contenido no será debatible. Universidades de todo el mundo avalarán nuestras conclusiones, quieran o no hacerlo.

Esperamos que sepan comprender las molestias ocasionadas y que esta sencilla «nota» sirva de introducción a una sección. Esperamos también, y quizás sea una vana ilusión, tener alguna especie de sentido. Saludos cordiales y atentamente.

*La sección en principio se titulaba Autoayuda para terroristas pero la ramificación conceptual producía frases del estilo:

  • Ay, que horror!
  • No entiendo.
  • Pero ¿Por qué?

Semejante confusión es intolerable. Por este motivo elegimos «Textos de autoayuda para desquiciados», si se fijan bien es un título perfecto.

Indio en el desierto

En el año 2005, Gloria Guerrero editaba Indio Solari. El hombre ilustrado [2005] libro que se detiene en el magnetismo peculiar del frontman de los redonditos y alguno de sus métodos de control de la imagen pública. Por ejemplo  En una de las primeras «entrevistas» que se le hicieron a la banda, el Indio entrega un texto para que se transcriba. El texto describe a un periodista ficticio y su encuentro con Patricio Rey en Bruselas. No hay entrevista, pura ficción. Puro control. Patricio Rey vendría a ser una especie de padrino del grupo ubicado en el cono sur. La banda coaccionó y el querido Patricio (se) encuentra (en) esa situación atractiva porque no le queda más remedio. Algunos años más tarde aparece otro texto, escrito por algún otro y lo transcribimos para honrar la tradición. Esta vez la ficción comienza con una entrevista realizada en un suntuoso hotel de Tandil.

Olavarría, Azul, Pehuajó, qué lo parió (a él, alguna lo parió, ehh) Tandil. Nunca más Mendoza, la lejos, por berreta, por atraer escasa plebe paga diezmo. En fin, les cuento que nada tan importante para esos hormigueros de perennes inviernos surcados por Hiluxs –oh, Panzers- como pelársela para que el Indio toque, toque, tá. Más que claro. Claman maná los que están despertando (el Indio se despertó hace rato, se tomó los mates y les da los lavados, muchachos). Claman, aletean y calculan: dicen ´cultura popular´ y sopesan que hartarse han de merca, de culos varios, de más Hiluxs, de tierra, tierra, de muuucha tierra. El sueño de ser, en el desierto que les abrirá breve tumba, altos empresarios. Siempre ellos nunca olvidan de decir alardeando de que la gente, de que la cultura popular, de que la misa, de que más la gente de nuevo, de que el sudor inmigrante, de que todos los de que van a ver al Gauchito Gil vivo, muy re contra vivo, a dejarle ofrenda, y también de que por esas cuestiones de coyuntura esta vez el alfa no le discute al patrón porque entre él y el patrón, de distancia ni un harapo. Este, de qué, viste, la cosa.

Ahora. Urgente. Primicia. Me dicen, me soplan y me la re contra soplan, de que en lindo sitio serrano compraron una chacrita con una señora realmente vieja de más de noventa todavía adentro y todo; ¡queeeé tal! Ahí andan, los magos que al Indio en Tandil las últimas veces amortajaron, esperando verla pasar ella a mejor mundo. ¡Ah, la cultura popular! ¡Ay, el poder de casete de futbolero de usar sin sombras el ´de que´ y nada de nada, no pasa nada de nada, muchacho! Espera que te espera y… ¿la enterrarán ahí mismo? ¿Y si lo invitan al Keith Richards? (¡Al otro no no que hace mucha sombra al halo abbeyrodiano de Don Carlos!) ¿Los acusarán de asesinato esfumado? ¿Se hará esta vez el tontillo el Indio? Ehhh, ehhhh ¿…y Bulacio? Porque… el Indio, ya que estamos, ¿es o se hace? Si Macri es Gato, porque lo es; el Indio es puto. Es que esos dos liderachos, de cartón y de material pesado (¿mercurio?) arruman en Tandil, y cada uno a su manera, el centro teatro.

Primicia. Ahora. Urgente. Me dicen, me soplan y me la recontra soplan, que el Indio en Tandil, sacra tierra de admirados nazis longevos (¿la sabías?, ¡gugleála! ¿no la encontrás bien a la data? pero ¡qué… lástima!), no tocará más porque un señor-de-esos-levanta-quiniela-pesado, que se pavonea palo golf en mano junto a Mauri Gato, ese señor acaparó administración del Hi-pó-dro-mo y entonces, ahí ya el límite: ¿cómo aceitar a un proto-jefe-narco vernáculo? No hay manera. Ni la habrá, según me dicen, me soplan y me la re contra soplan los que no la entiendan. (Ey, pibe, ¿te picó lo de los nazis? Pibe, mirá: el Mauri, el Peter, el Micky Vainilla, lo Tandil, los nazis, paapiiiiii. Pibe, piba, seguí el dato ese ahí.)

Primicia. Ahora. Urgente. Me dicen, me soplan y me la recontra soplan… Nah, mentira a esto lo leí, que contra el infinito coro, el capítulo final de Indio Solari. El hombre ilustrado [2005] enrostra el agotamiento de la lujosa estrella en tiempos del aire acondicionado (promo: por cada ´de que´, una rima). De entender y de no entender. ¿Quién entiende? Al Indio, por supuesto, no le importa, dice la cronista y biógrafa Gloria. Indio con notebook, Indio con onda, Indio cool, Indio cantar en Huracán y escribir en las playas de Dominicana. Indio ego desmedido, según Kleiman, según todos, según él mismo al que le carajea el caraqueo de los ricoteros que escriben para la mierda en Internet, esas pavadas. Indio repetir y así escudarse ante la pública exposición. En pedazo tras pedazo de entrevistas, que Guerrero coloca en ese ya dicho último capítulo, la salmodia exclusiva –para todos y para cada cual- nacida de ese ser al que le gusta hablar pero exhibirse no, en estas tierras. ¿Quién lo entiende? Quién me entiende, Indio quejarse que afanoso diseñar grandes tapas para que parezcan del MOMA de New York y que para Pergolini, provinciano visceral, podrían ser del MALBA, ¡¡que es de acá nomás, capo, de acá nomás noooo!! ¿Quién lo entiende? “¿Habrán entendido? Él no quiere que nadie se dé cuenta de nada. Igual, nadie se da cuenta de nada.” Final del libro de la Guerrero, lapidario… y a quiénnnn le impooortaaaa.

En lo de Bulacio aquella vez ni asomó el pico, pero… cuatro días antes de que el Mario sacara al aire esa cosa mierdosa televisiva en la que chupan güisqui, llorisquean, en loop de transe malo el baterista sobre no sé qué cosa de que es/son/serían, de ni sé qué, vos fíjate el ventanal y al fondo los cerros usurpados, te decía que para ser más preciso el seis de octubre, entonces, el Indio llama a los de la Poderosa para solidarizarse con los pibes torturados por la Metropolitana. ¡¡¡Quién te ha visto y quién te ve, Indio, sucumbiendo a los bajos instintos del marketing!!! Llamadito promoción, perorata contra Ceos y empresarios, a los que conocés bastante mejor de lo que conocés dónde queda Obras, según mierdosa televisiva vomitada por tus propios oportunistas, ese olvido chato porque viste sos más de New York que de acá –uh, Mario, qué delfín de los lameculos- y así el Indio, don Carlos, década después de que dejara constancia la Guerrero (que es cierto, lo odia) insiste que a él, intelectual nac&pop, le importa más allá, el o la Niuyorc, que acá, y la verdad, Indio, te banco, un re desierto, donde nadie entiende nada ni el Mario, ni vos que venís a la tierra de los gauchos de boina roja y caminar de pato a tirar haciéndote el langa, ´Tandil, ciudad ricotera´. (A lo mejor la sabías y tenías la data de que a algún barrio acá iban a militarizar. No sé cómo, si ni bajás del hotel mil estrellas a los descampados. ¡Vamos, capo, grosso! ¡Ídolo! ¡Índiolo!) Quién habrá de contradecirte, gran sabio, chamán, vivaracho, vivillo, ladrón genial, malandrín serial, qué vago. Ay. Pero pará, pará: si alguna vez el neo-narco-vernáculo te tira una onda, tipo cenita con fafafa, y eso todo y, viste, arreglan, entonces, ahí, si volvés a volver al Hipódromo, ¡Indio solo, pingo y carajo!, batí mejor con tu vocecita ´Tandil estás Shangai´, qué sé yo, digo por oscurísima, psicótica ciudad medieval turística. (Vos la sabías luuuunga, Iiiindio! –o la sabés Lunghiii, jaaajaaaa, Indio, reíte que te re cortó el rostro el matasanos y se tomó el palo- la sabías y decías que los psicóticos reinarían y esta serranía está en la cresta de la ola, el Micky-Mauri en Balcarce 50, vos en Niuyork, fatal). Te decía que mejor dijeras Shangai, lugar soñado o uno de los lugares donde te das cuenta bien bien de que están todos re contra dormidos (digo, los foráneos). Pero, cómo te banco, Indio, pingo y carajo y mentiroso también porque lo de la nenita que iban a cortar al medio ahí en tu oficina de chancho no la te creí ni un, ni un cachito, y el Marito (¿puede ser que se sacó el aro?) balbuceó ´Salomón´, viste vos, tan dócil, haciéndose el re díscolo cuando el que tiene que tirar magia sos vos! (o la verdad la verdad, ¿estaba todo todo re guionado? Cheee, ay ay ay y mmmmm, como sea, echalo al editor de esa mierdosa televisiva; vos serás perfeccionista pero esa peli es un asco). Igual, no me lo digas, lo sé, lo sé, sos más grande que Perón, Indio, tranquilo, calmo. Sí, Indio, sí, Indio, sí muchacho: sos el eslabón número uno para nuestros actuales y esforzados lameculos.

RL

Crónica de Miércoles

Tomé un taxi porque estaba llegando tarde al trabajo. Le pedí que fuera por donde le viniera en gana y me comentó que hoy el día íba a estar complicado «por lo de las minas. No sé que quieren, cuando hace un paro un sindicato ahí sabés qué quiere pero con esto que quieren hacer no sé qué quieren.»  Le iba a contestar «están con el temita de que no las maten» pero seguramente el tipo detectaría mi cinismo y comenzaría un debate impropio de una charla de taxi. Supuse que siendo un hombre mayor estaba demasiado acostumbrado a cierta tradición falocéntrica como para darse cuenta.

Si hubiera estado más comprometido con el tema hubiera comenzado esa charla para intentar conocer todos los componentes íntimos del discurso de mi chófer de turno. Hubiera querido conocer si su discurso resultaba heteronormativo por resentimiento o porque no tenía más remedio. De haber hallado una familia nuclear, hubiera ahondado en la felicidad de «sus» mujeres. Si, hubiera usado el posesivo para referirme a las mujeres de su entorno. Lo hubiera encarado de ese modo para comprometerlo con «sus» felicidades y para tener la esperanza de que me escuche. Algunas personas escuchan con mayor facilidad «sus» palabras.

Durante el resto del día relojeé las redes sociales e interioricé cierta autocrítica. Entendí que llevaba mucho tiempo acostumbrado a tener ciertas ideas que no terminaban de cerrarme. Al hacer ciertos chistes, al ponerme la camiseta del machismo, olvidé que las actitudes tienen ecos. La indiferencia acomodaticia dejó rígidas ciertas nociones heredadas y, por vagancia intelectual, me volví un partícipe necesario del falocentrismo heteronormativo.  Sólo al escuchar la voz enojada de algunos compañeros de género ante la manifestación en si, similar pero distinta a la voz que rondaba mi cabeza, pude detectarla. La caricatura violenta y reaccionaria de algún que otro pelotudo me ayudó a ver el contenido de algunas de las ideas que estaba llevando yo mismo de un lado a otro sin darme cuenta.

Entiendo por qué se rechaza la crítica a los micromachismos y por qué generan tantas voces de disenso las comparaciones con violencias desmedidas. De repente mucho ciudadano modelo se halla juzgado, se siente partícipe de algo que encuentra horroroso y repele: La violencia física contra la mujer. Nada que un caballero se pueda permitir. El problema de fondo de los micromachismos son los ecos, los reflejos en los cuerpos existen y existen en demasía como para obviarlos. Las mujeres no son minoría y están entremezcladas con nosotros en interdependencia socioeconómica y recíproca, es decir, conviven con el discurso machista y deben convivir con él para subsistir. Deben entenderlo también, estén de acuerdo o no. No se pueden dar el lujo que nos damos nosotros, como hombres, de no entenderlas. Esta tiranía conceptual es intransferible y, por supuesto, desequilibra a cualquiera.

Asumiendo toda mi ignorancia y todo el aprendizaje que debía hacer, al entender que las raíces heteronormativas están muy hundidas en la estructura social que me circunda, llegué a casa y me puse a escribir esta nota. La tuve que escribir varias veces para depurar machismos entre líneas. Incluso se me ocurrió utilizar los textos más convincentes para señalar machismos carismáticos. Quizás lo vaya haciendo de a poco, mientras tanto, queda mucho por hacer.